Introducción
Hasta la década de los años sesenta y setenta del siglo pasado, periodo de urbanización masiva, Becerril de la Sierra no había realmente cambiado su estructura social y económica. Podemos hablar, pues, de una situación general con pocas variaciones desde tiempos muy pasados. Por ejemplo la estructura social y económica de esta localidad que se recoge a grandes rasgos en el diccionario de Madoz, redactado en la parte central del siglo XIX, no era significativamente distinta de la que existió en el periodo que nos interesa destacar aquí, el primer tercio del siglo XX. Dicho diccionario nos habla de una actividad económica centrada en la agricultura y la ganadería. La agricultura, en su término municipal, se adapta en un “terreno de secano y regadío”. Sus fincas de monte y pasto se aprovechan, en parte, para la producción de trigo, cebada, centeno y heno así como para mantener una ganadería centrada en ganado cabrío, vacuno y lanar. Pero debido a su particularidad física, la mayor parte de su término municipal se caracteriza por ser de “monte y peñascos inaccesibles”, característica apropiada para la crianza de ganado cabrío y lanar así como de caza menor de conejos y perdices 1.
La estructura de la propiedad es característica de las localidades de esta parte de la geografía madrileña, de la sierra de Guadarrama. Nos hallamos con un grupo predominante de pequeños propietarios que no supera una hectárea de terreno en régimen de propiedad, lo que se caracteriza por una explotación minifundista de la tierra. Es decir que Becerril de la Sierra tuvo una población activa caracterizada, en su gran mayoría, por poseer pequeñas propiedades para el sustento económico del grupo familiar.
Esa gran mayoría de pequeños propietarios tuvieron que buscar otras fuentes de ingresos ya que sus pequeñas propiedades no eran, por lo general, suficientes para el sustento. La más tradicional fue la de usar los pastos gratuitos proporcionados por el Ayuntamiento. Tanto la dehesa como los prados comunales ofrecieron esta posibilidad de alimentar a los bueyes y otros animales de los vecinos sin carga para sus economías privadas. Otra posibilidad fue el transporte de materia prima a la capital para “conducir a la corte piedra berroqueña para las obras y el carbón que producen sus fincas”. Dichas actividades de carreteros se realizaban en periodos de escasa actividad agrícola, normalmente en tiempos invernales. Eran, por lo tanto, actividades económicas complementarias que ya se conocía a mediados del siglo XVIII 2.
Pero la más importante posibilidad de incrementar este nivel precario que caracteriza al pequeño propietario es la de arrendar tierras a otros propietarios más pudientes así como trabajar otras fincas a cambio de acuerdos entre partes, actividad llamada “mediero” en algunas partes del país, donde no había presencia de dinero en las transacciones sino cantidades acordadas entre las partes en especie respecto a la producción.
Esta organización del trabajo y de las explotaciones de las propiedades agrícolas características del minifundismo generó a lo largo del tiempo importantes y fuertes lazos entre vecinos, entre partes implicadas basadas en acuerdos y en la busca de una buena armonía económica que se reflejó en toda la estructura social local. De esta forma se creó un fuerte y consolidado entramado de redes y relaciones de afines, de vecinos, unos más pudientes que otros, pero sobre todo entrelazados entre sí.
Esta última característica es fundamental para poder entender la historia social y política de las comunidades serranas de Madrid. La gran mayoría de pequeños propietarios necesitaron a los más pudientes para mantener sus economías familiares pero estas relaciones no fueron conflictivas sino cooperativas, basándose en acuerdos mutuos y relaciones aceptadas como cordiales. Toda la estructura social de la localidad quedaba así solidificada, sin aparentes grietas ni fracturas, no exageradamente piramidal donde los rituales festivos, por ejemplo, que se realizan cada año, como la celebración de la fiesta patronal, la del Cristo del Buen Consejo en Becerril de la Sierra, ponían de relieve la colaboración entre grupos sociales, como la de solteros y casados, para mayor armonía deseada.
Es sobre esta organización social que la política local actuó y se aprovecharon durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX determinados vecinos para convertirse en “élite política” como veremos más adelante.
1 Datos aportados en dicho diccionario de Madoz.
2 El Catastro del Marques de Ensenada realizado en 1754 muestra que la población activa de Becerril de la Sierra complementaba la actividad agrícola y ganadera con la del transporte de piedras y leña para la Corte.